Aun con sueño,
los ojos medio cerrados y orinando tan
tranquilo, pensaba en cosas que ahora no recuerdo, pero si se, que el hambre
matutina comenzaba a hacerse presente.
Termine y empuje la palanca (En todos lados leo “Jalé
la cadena” o “Le jalé al baño” pero no, mi baño y creo que todos los que
conozco son de esos de empujar la palanca) Bueno, empuje la palanca y me
dispuse a bañarme, así que retirada mi pijama y en perfecto traje de Adán abrí
la llave de la regadera y nada, ni una gota, el último resquicio de agua se
había ido, literal, por el inodoro, en algo que en ese momento me pareció
un franco desperdicio, ahí el sueño me
abandono e inmediatamente comencé a elucubrar planes para la contingencia:
Lo primero
desayunar en la calle para no ensuciar trastes, lo segundo ir a un lugar con baño
medianamente decente para … Usarlo, lo tercero ir en carro con el aire
encendido para minimizar la sudoración y que no fuese tan evidente la urgencia
de una ducha, y lo cuarto, dejar ya de pensar y lanzarme, así lo hice.
No tener agua y
comer en el vips son dos cosas que me desagradan pero soy consciente que todos
tenemos que pasar por estos trances tarde que temprano, así que solo lo acepte
y me dispuse a hacer mi día.
Desayune y
regrese a mi casa, para descubrir con júbilo que ya había suministro de agua y
transformarme de nuevo de un súper ahorrador eficiente y administrado al
derrochador promedio que cotidianamente soy.
Me bañe y
disfrute de ese placer que solo pueden dar las cosas que se creían perdidas.
A mí me pasa todo
el tiempo, tuve colitis nerviosa y deje la coca cola por semanas, la primera
que bebí tras esto, le dio un nuevo significado a la frase “La ultima coca cola
del refri”.
En un dolor de
muelas deje el chocolate.
En un ataque de hipocondría
deje el cigarro.
Y en una serie de
pedas extremas tras las que amanecía en los lugares más insólitos, con mar-
playa- sol o nieve- frio- desorientación, perdí novia y negocio.
Al privarme o
perder aquello que tan natural y merecido me parecía sufría algún grado de
abstinencia, en el caso de la novia tristeza y en el caso del negocio casi caí
en depresión.
Pero la fortuna quiso
que todo lo perdido lo recuperara en mayor o menor tiempo y ahora que lo pienso recuerdo que me dispuse a
disfrutarlo plenamente, me jure que cuidaría más mi salud, mis muelas, mi media
naranja y claro mis ingresos, pero el
placer y gozo iniciales solo fueron momentáneos, la costumbre se encargó de
grabar en mi mente la noción de lo facto de todos estos satisfactores, devaluándolos
a mi juicio y volviéndome nuevamente indolente y desagradecido.
Pero no quiero
ser muy duro conmigo, no creo que deba serlo, la verdad lo que tengo lo merezco,
por lo menos lo merezco igual que cualquier otro y no tengo en mi conciencia el
peso del delito o el lastre del que se sabe usurpador, abusador o timador,
nadie me mantiene y a nadie acostumbro pedir nada.
¿Pero y la salud?
No la merezco,
definitivo soy afortunado.
¿La tranquilidad?
No la merezco tampoco, nuevamente
me reconozco afortunado.
¿La verdad? Pensándolo
mas, no merezco mucho y gente mejor que yo no tiene ni la mitad.
Dios, el cosmos o
la fortuna están conmigo en todo aquello que es sencillo e importante así que solo
me queda decir:
Gracias.
¡Y sigan así!
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