Fue como una locura colectiva, una vertiginosa y febril carrera a los
aparadores, mantuve la calma “no corras, no grites, no empujes”, “no corras, no
grites, no empujes”, “no corras, no grites, no empujes”
Solo una intervención divina no permitiría que esos 20`s, 30`s y hasta 60`s
por ciento de descuento corrompieran completamente mi alma, los pies iban de un
lado a otro, corrían a izquierda y derecha , subían y bajaban, los autos
avanzaban un metro, dos, se detenían, la desesperanza y la prisa en los ojos
de los conductores, tienda tras tienda y todas abiertas y los voucher y las
carteras también abiertas y las piernas abiertas,
para aceptar el embiste de las deudas que median 6, 12 y hasta 48 mensualidades
sin intereses.
Me detuve ahí y vi mis manos manchadas de dinero, ahora ausente y ocupadas
con una bolsa, con una soda de máquina y con una galleta de chocolate. Tenía que
seguirlos tenía que aprovechar, tenía que comprar, que pedir, que probar, que
preguntar, tenía que soñar que podría ser quien hoy no soy, que podía tenerlo,
o parecer tenerlo, tenía que publicarlo, que decirles donde estoy y porque no
avanza la fila, como mi tarjeta número uno no paso , pero nunca salgo sin la
dos, como empeñe mi futuro, como disfruto lo que no necesito, porque eso me
hace ser alguien, de ahora que no soy nada.
Recibí la llamada de papa gobierno en casa, todavía con las cobijas en la
cara y esperando que el sol pareciese algo más alto, tanto como para
levantarme, esperaba la señal de que mi día comenzaba, en disparidad al de la mayoría,
más tarde pero más perfecto para mí, pero una radio a lo lejos me martillaba
con las noticias, aun no entendía muy bien y fue Twitter el que me ilustro en
su TT numero uno #ElBuenFIn, lo odie hasta por el nombre, lo odie y lo mancille
y me queje y grite y comente y retwitte, y hasta le mente la madre al gobierno federal
vende patrias, pensar en tanto súper mercado gringo o francés y en nuestros
bancos chinos y escoceses y otra vez gringos, me hacía hervir en mi jugo , me hacía desear tomar la bomba de hidrogeno y soltarla en los pinos, y todo ese dinero fugándose
y todo ese inventario desapareciendo de las bodegas y todas esas nuevas deudas contraídas
y claro, esa cada vez más gorda cartera vencida.
En mi frenesí casi desee tener una de esas tarjetitas de plástico e
ilusiones, yo también caí, yo también me hice de unos tenis, pero juro que los
necesitaba y admito que de haber traído no hubiera sido solo un par y admito también
que muy dentro de mi habitaba la envidia hacia aquellos seres que sabían
perfectamente, que ahora compraban para jamás llegar a pagar, nuevo pacto,
nuevo fobaproa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario