martes, 22 de noviembre de 2011

El fin del buen fin



Fue como una locura colectiva, una vertiginosa y febril carrera a los aparadores, mantuve la calma “no corras, no grites, no empujes”, “no corras, no grites, no empujes”, “no corras, no grites, no empujes”

Solo una intervención divina no permitiría que esos 20`s, 30`s y hasta 60`s por ciento de descuento corrompieran completamente mi alma, los pies iban de un lado a otro, corrían a izquierda y derecha , subían y bajaban, los autos avanzaban un metro, dos, se detenían, la desesperanza y la prisa en los ojos de los conductores, tienda tras tienda y todas abiertas y los voucher y las carteras también abiertas y  las piernas abiertas, para aceptar el embiste de las deudas que median 6, 12 y hasta 48 mensualidades sin intereses.

Me detuve ahí y vi mis manos manchadas de dinero, ahora ausente y ocupadas con una bolsa, con una soda de máquina y con una galleta de chocolate. Tenía que seguirlos tenía que aprovechar, tenía que comprar, que pedir, que probar, que preguntar, tenía que soñar que podría ser quien hoy no soy, que podía tenerlo, o parecer tenerlo, tenía que publicarlo, que decirles donde estoy y porque no avanza la fila, como mi tarjeta número uno no paso , pero nunca salgo sin la dos, como empeñe mi futuro, como disfruto lo que no necesito, porque eso me hace ser alguien, de ahora que no soy nada.

Recibí la llamada de papa gobierno en casa, todavía con las cobijas en la cara y esperando que el sol pareciese algo más alto, tanto como para levantarme, esperaba la señal de que mi día comenzaba, en disparidad al de la mayoría, más tarde pero más perfecto para mí, pero una radio a lo lejos me martillaba con las noticias, aun no entendía muy bien y fue Twitter el que me ilustro en su TT numero uno #ElBuenFIn, lo odie hasta por el nombre, lo odie y lo mancille y me queje y grite y comente y retwitte, y hasta le mente la madre al gobierno federal vende patrias, pensar en tanto súper mercado gringo o francés y en nuestros bancos chinos y escoceses y otra vez gringos, me hacía hervir en mi jugo , me hacía desear tomar la bomba de hidrogeno y soltarla en los pinos, y todo ese dinero fugándose y todo ese inventario desapareciendo de las bodegas y todas esas nuevas deudas contraídas y claro, esa cada vez más gorda cartera vencida.

En mi frenesí casi desee tener una de esas tarjetitas de plástico e ilusiones, yo también caí, yo también me hice de unos tenis, pero juro que los necesitaba y admito que de haber traído no hubiera sido solo un par y admito también que muy dentro de mi habitaba la envidia hacia aquellos seres que sabían perfectamente, que ahora compraban para jamás llegar a pagar, nuevo pacto, nuevo fobaproa.

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